El asesinato de los Rosos en el verano del 36
He tratado de reconstruir a través de retazos una pequeña parte de la vida de mi abuela, que fue sin embargo fundamental y determinante para su futuro, ya que a raíz del trauma generado por el asesinato de su padre y otros miembros de su familia, la ilusión por la vida de esta joven robleana de 24 años, huérfana de madre desde los 4 años, se quebró para siempre, así como los sueños y proyectos de tantos otros españoles. Veremos la persecución que sufrió la familia de los Rosos en 1936, durante el tiempo transcurrido desde la toma de posesión de la alcaldía del pueblo por parte del tío Fermín en el mes de marzo y los últimos asesinatos del mes de septiembre, dentro de un plan perfectamente orquestado urdido por los falangistas para terminar con la legalidad republicana, exterminando a familias enteras e instaurando el terror. 
 
 

 

La foto que acompaña este texto fue tomada en el año 1934 en el estudio de Pazos en Ciudad Rodrigo, a donde probablemente se desplazarían los retratados en el camión de Camionetu, José Prieto Martín. En la foto aparece mi abuela materna, Josefa Mateos Carballo, junto a su esposo, mi abuelo Fructuoso Gallego Gil y el primer hijo de ambos, mi tío Félix, de un año de edad. Fueron a Ciudad Rodrigo para retratarse y así tener un recuerdo al no disponer la pareja de una foto de boda. Años más tarde, ambos serían obligados a bautizar a mi tío y mi abuelo compelido a beber aceite de ricino por haber pertenecido a la Casa del Pueblo. A pesar de estos avatares conseguirían librarse de la muerte pero no llegaron a tiempo para escapar a Francia antes de que cerraran la frontera, como le hubiera gustado a mi abuela, quedando obligados a sufrir la dictadura franquista.
 
 
Se trata de una historia privada y familiar, pero es al mismo tiempo parte de la historia de todos nosotros. No es una historia anónima, tiene nombres y apellidos, tiene víctimas y tiene verdugos que nunca fueron condenados ni pidieron perdón. No es una historia completa sino que faltan datos, nombres, cuerpos y dignidades por recuperar. No es una historia acabada, ya que sigue viva en la memoria de los familiares y de todos aquellos que siguen luchando por la legalidad republicana que nos fue arrebatada por la fuerza. No es una historia sin más, es nuestra historia, la que truncó las vidas de muchas familias y el destino de todos los que hoy habitamos esta tierra llena de sangre y cadáveres enterrados en cunetas que algunos llaman patria: los acontecimientos de ese sangriento verano instauraron una era de terror cuyas consecuencias llegan hasta hoy.
 
Debo agradecer a mi amigo Ángel Iglesias Ovejero ya que a través de su extenso trabajo de investigación de más de 40 años sobre la zona del Rebollar y en concreto el pueblo de Robleda (suroeste salmantino) he podido extraer los trozos correspondientes a la vida de mi familia para darle forma en este retablo, presentándolos cronológicamente del modo que aparece a continuación, respetando en todo momento las palabras originales del autor así como las palabras de los testimonios orales , incluido el dialecto local, la “palra del Rebollal” y la letra literal de los escritos.
 
En el año 36, los hermanos Mateos Carballo, hijos de Francisco (tio Paco Rosu) y de María, eran tres: Tio Fermín Rosu (50 años de edad, nacido en Robleda, labrador, casado con Vicenta Hernández Mateos, de cuyo matrimonio le quedaban cuatro hijas: María-Josefa, Rafaela, Rogelia y Valentina), Juan Rosu (natural y vecino de Robleda, de43 años , labrador, casado con MaríaMateos Mateos, de cuyo matrimonio le quedaban cuatro hijos: Josefa,Juan José, Isabel y Luisa), y Jusé (José) Rosu (de 49 años, casado con María Carballo Mateos, ya fallecida en la época, de cuyo matrimonio dejaba dos hijas, Josefa y Leonor). Josefa Mateos Carballo, hija de Jusé, era mi abuela materna. Había otros “Rosos”, que eran primos de los hijos de tío Paco “Rosu” y todos ellos constituían un clan de labradores ricos, incipiente industria (tenían además cortas de madera) e influencia social a nivel local. Los “Rosos” era un mote familiar, quizá debido a una abuela paterna, Rosa Gutiérrez, que era viuda de Andrés Mateos.
 
Tio Fermín “Rosu” fue alcalde por el Frente Popular de la Comisión Gestora de Robleda entre el 21 de marzo de 1936 y los acontecimientos del 18 de julio de 1936. Fermín Mateos tenía labor, de la que se ocupabaAurelio, un hospiciano que había criado, y era propietario del molinu del Granaeru, (o molinu de la Puenti, antiguamente conocido como Molino de Olleritos o de Francisco de las Nieves, que llevaba funcionando al menos desde 1751), donde, además de la molienda, tenía una fábrica de luz, cuya fuerza se distribuía en la casa que, junto al extremo de la calle Larga, despuésle sirvió a los “Cojos” para almacenar el mineral de abonar las tierras hasta que fue derribado en 2004. Esta última familia, así como los dueños de otra fábrica de harinas y electricidad (principalmente Desiderio Merchán, después cuñado de un presunto asesino), en concreto, fueron los beneficiarios de la desgracia del alcalde y su familia.
 
Juan “Rosu”, no se sabe que tuviera actividades políticas o sindicales marcadas, pero sí que en una revuelta, según su hijo José, en algo parecido a una “huelga” o manifestación, con mucha gente en la Plaza, los guardias querían tirar, y Juan Mateos le quitó el fusil a un guardia. Se trató de su implicación en el tumulto del 5 de abril de 1936. La Guardia Civil detuvo a Eduardo Gutiérrez y llegó a apuntar con los fusiles a los manifestantes, y Juan desarmó al guardia Benito.Se trataba de una manifestación en protesta por la procesión del domingo de Ramos,en la que participó Isabel Montero, quien fue acusada de encontrarse en el pueblo de Robleda y  llevando un jersey rojo con las iniciales dela F.A.I. tomar parte en el tumulto que se originó en el que resultó herido el vecino del mismoFroilán Mateos y desarmado el guardia civil Benito, al salir a la calle para mantener el orden(...)”. Isabel declara que oyó el tumulto en la calle de los Zapateros y vio a los guardias armados, que llevaban detenido a un individuo llamado Eduardo Gutiérrez y a la altura del Estanco: “se echaron los fusiles a la cara, y que un individuo llamado Juan Mateos“Rosu” se avalanzó sobre un guardia, desarmándole del fusil”.La informante María Mateos, de 11 años en 1936, a su vez transmite la opinión de personas de la otra tendencia, insistiendo en el clima de inseguridad reinante, con mítines y manifestaciones en la Plaza y en el Atrio, junto a la iglesia.
 
Algunos familiares apuntan que, entre otras causas del odio contra ellos, los “Rosos” mataron un toro y repartieron la carne, cosa que no verían bien otros vecinos. Las circunstancias, deformadas, de la muerte de este toro fueron muy sonadas en el entorno. Lo sacrificarían para carne, al parecer en las fiestas de San Juan, el 24 de junio, quizá con ribetes de concesión a los jornaleros y familias necesitadas, y ello presuntamente fue mal visto por los propietarios de vacas, pues se trataría de un semental, y ante sus quejas los jornaleros los provocarían diciendo que “jueran ellus a montal las vacas”. Se llamaba el toro Rizáu, y un hombre mayor hizo coplas aludiendo a su muerte “a palus y a puñalás”. En realidad no fue un semental sino dos, Rizado y Barrigón, los que fueron destinados al sacrificio en la plaza, pero el primero sólo pudo ser muerto a tiros por la Guardia Civil, de ahí la copla: De qué le sirve al “Rizáu” / tener la cuerna torcida / si en el pueblo de Robleda / no vuelve a tener más cría. En las actas de plenos sólo hay constancia de uno de los toros, pues la corporación aprueba “lo hecho por el Sr. alcalde, con motivo de la carne del toro Rizado”.
 
Tras el alzamiento del 18 de julio, hubo conatos de resistencia republicana el día 20 de julio, con el proyecto por parte del alcalde Fermín Mateos de volar el puente de Vadocarros y cortar la carretera, con la ayuda de compañeros como el Camionetu, quien es descrito así por la gente que intentó tachar su imagen y memoria: José Prieto Martín, paladín del Frente Popular, propagandista electoral de la candidatura comunista, repartiendo hojas y folletos, como jefe de dicho partido y del Frente Popular estaba siempre dispuesto para llevarlos con su camioneta a Ciudad Rodrigo y otros sitios donde se celebraran actos y manifestaciones propios de su ideal, llevando a los obreros como lo hizo el día veinte o veintiuno de julio de 1936, dándoles palancas de hierro, pistoletes y dinamita para volar el puente de Vadocarros y cortar la carretera, diciéndoles a los obreros que estaban llegando los militares y era llegada la hora de no alejarse (...) de la situación”
 
Tras el fracaso de este intento, el alcalde del Frente Popular, cede el mando al Secretario (Julio del Corral) el día 20 de julio, y deja en libertad a la gente de derechas que tenía arrestada en sus casas, pero un individuo apodado “el Garduño” intenta a agredir a Fermín, y éste exige la devolución del mando. Al día siguiente, 21 de julio, se presenta en el pueblo el alférez de la Guardia Civil de Fuenteguinaldo Alberto Navarro, quien destituye definitivamente al alcalde republicano Fermín Mateos, entregándoselo al brigada Bernardo García y publica el bando de guerra, para nombrar finalmente la nueva Gestora Municipal el día 25 de julio. Dicho Alférez, con ayuda de falangistas, detiene a Fermín el día 2 de agosto, se lo lleva consigo y lo deja volver al pueblo por la noche, en libertad. Cuando echaron de la alcaldía y persiguieron y detuvieron a Fermín Mateos, a sus hermanos los buscaron también, así como a otros familiares y compañeros.
 
Hay constancia de la movilización de mozos de Robleda durante los días 10 y 11 de agosto en el fichero de la Falange local. Entonces, cuando ya los militares y sus secuaces habían empezado en la zona la matanza de republicanos, se produce en Robleda la famosa protesta en la Plaza por la salida de los quintos de los reemplazos de 1933, 1934 y 1935 con motivo de la llamada por parte del ejército rebelde para su incorporación a filas. El alcalde colaboracionista, Rafael Pedraza del Corral, subido al balcón del ayuntamiento, haría un llamamiento al nuevo orden, y los Carabineros, con la ayuda de los falangistas, consiguieron encaminar a los quintos a Ciudad Rodrigo.
 
Fermín escapa y desaparece de su domicilio al cabo de unos días, tras la protesta por la salida los quintos, hecho clave en que se detiene a 6 vecinos (dos de ellos puestos en libertad) y se ordena detener a otros tres vecinos más. Al fracasar la detención de Fermín, cuya captura y muerte fue ordenada por Julio del Corral, jefe local de Falange y juez municipal en Robleda, se aplicó un método infalible para evitar su la fuga definitiva al monte o a Portugal, presionando a toda su familia para que se entregara el fugitivo mediante engaños (“el fugitivo sólo tiene que ir a declarar”), amenazas, maltratos, cárcel y asesinato (con el doble objetivo de completar la lista y de prevenir posibles venganzas o tener enemigos en la retaguardia). En los últimos días de agosto y primeros de septiembre se consuma en Robleda la matanza quizá prevista en la detención del día 13, seguramente corregida y aumentada, hasta casi el exterminio de dos o tres familias.
 
A la hija de Juan Mateos Carballo, Luisa, niña ligeramente débil mental, le ofrecen golosinas (“ven, te doy un caramelo, y me dices dónde está tu padre”)y a su hijo José, de trece años, lo torturan y maltratan para que descubriera dónde se escondía, sin que por ello el hijo revelara el escondrijo, en la Cortina de los Vitorianus, a un par de kilómetros del pueblo. Al final a Juan lo descubrirían en su propia casa. Cuando estaban todos los miembros de la familia acostados, los falangistas echaron de arder al pajar. Engañando a su mujer, le hicieron la promesa habitual: “-Juan, entrégate, que no te van a hacer nada”. Lo llevaron a la cárcel, y no lo vieron más vivo ni muerto.
 
Por el testimonio recibido (y compartido por otros familiares de las víctimas) de Enrique Villoria Esteban (“el Veterinario”), se sabe que éste condujo el coche del médico (Víctor Viñuela) en que iban dos prisioneros maniatados. Antes de ser asesinado, a continuación de José Mateos García y al ver la suerte de su compañero de infortunio, a pesar de estar atado, Juan Mateos se tiró con los dientes a los asesinos, y éstos, que, según los mencionados testimonios fueron M.L.L. y A.C.G., se ensañarían con él, torturándolo y practicando actos de barbarie y la emasculación antes de matarle como a su compañero y los enterraron juntos en la misma sepultura en el Puerto de Perales, según palabras de Gorgonia Mateos a Luisa, hija de Juan Mateos. Oficialmente, Juan Mateos Carballo falleció en “el término municipal de Gata (Cáceres) el 24 de agosto de 1936”, “según noticias”, a consecuencia de “heridas por arma de fuego”, y fue enterrado en el cementerio de Gata.
 
Desde mediados de agosto Fermín Mateos estuvo huido y anduvo escondido en los aledaños de su propio molino, en el puente del Granaeru, después en los límites de la provincia de Cáceres. Su hija Rafaela le dejaba la comida escondida en lugares convenidos. En la huída de este alcalde se vio implicada GorgoniaMateos, que habría escondido a Fermín en Gata, sin que esto sea seguro. Después le llevaba la comida un vecino, Ángel Varas, quien, al ser descubierto, tendría que revelar vagamente el escondite, cerca de la sierra de Villasrubias.
 
En la búsqueda, algunos de los perseguidores lo vieron escondido en el regato de los Alisos, y pasaron de largo, pero no así Agapito Cabezas (antiguo guarda municipal que iba en la patrulla) quien no pasó de largo sino que descubrió el escondite y lo delató al grito de “–¡Aquí está el coneju!”. Agapito habría sido guarda municipal, cargo que le fue retirado por la Comisión Gestora que presidía Fermín Mateos, por “faltar en el monte de que era guarda 2791 pies de roble”. De hecho, esta Comisión retiró todos los empleos municipales a otros que después serían falangistas o colaboradores con ellos: Agapito Cabezas Martín, Pío Sánchez Mateos, Juan Sánchez Mateos, Antonio Gutiérrez Montero y Luis Sánchez Martín).
Sobre sus últimos momentos hay versiones divergentes en lo que atañe a los ejecutores. Una vez capturado, Fermín habría solicitado el favor de ver a sus hijas antes de morir, y la discusión la cortó A.d.C., dándole con la culata del fusil en la cabeza, y “el Pintol” lo remató, quizá para ahorrarle sufrimientos. Según otro testimonio, le disparó primero “el Pintol”, y lo remató A.d.C. Su cadáver lo llevaron al pueblo terciado en un burro y, antes de depositarlo en el cementerio, lo expusieron en el atrio de la iglesia, y lo llevaron a enterrar atado a una escalera mientras cantaban el cara al sol. Los asesinos se lavaron las manos en la pila del agua bendita, mientras el cura “don José María, que lo había andado buscando también”, interrumpía el acto de culto que estuviera celebrando. Después, para celebrar su captura y muerte, los falangistas“ encargaron 10 gallos a los del Parador”, y se los llevaron para el cuartel de la Falange donde se dieron la comilona. Posteriormente, los asesinos de Fermín diabolizaron su memoria, con la intención de justificar su propia barbarie.
 
Fue enterrado en el cementerio de Robleda como desconocido, a pesar de que todos sabían de quien se trataba. El juez de instrucción, Julio del Corral, por su cuenta, gratuita y casi explícitamente injuria la memoria del alcalde de Robleda, Fermín Mateos Carballo, así el 6 de febrero de 1936, declara que: “tiene conocimiento que de su pueblo han desaparecido algunas personas sin que sepa qué ha sido de ellas ni por quién se ha dado la orden detención”; pero en la ampliación de declaración, el 9 de junio, revela una parte de lo que decía ignorar: “que no es cierto haya, el que declara, dado las órdenes para que fueran fusiladas doce o catorce personas que faltan de Robleda, no habiendo dado el declarante más órdenes de fusilamiento que las de los tres vecinos del pueblo, José Benito [por Mateos], José Prieto y Juan Mateos Carballo, los cuales cumpliendo lo ordenado por el que declara fueron fusilados (...) (por) dos falangistas a quienes dio la citada orden y que la cumplimentaron”.
 
Y posteriormente, siendo cosa notoria que fue asesinado en el campo por una numerosa patrulla de falangistas y secuaces, se dice: “[que] desapareció de su domicilio el día catorce de agosto de mil novecientos treinta y seis, habiendo aparecido muerto en el término del mencionado pueblo (de Robleda) y sitio de “Arroyo de los Alisos” el día seis de septiembre siguiente, a consecuencia de heridas de arma de fuego, ignorándose si la muerte fue casual o sobrevino en lucha con la fuerza pública, dado el estado revolucionario en que se encontraba la Nación en aquel entonces”.
 
Con esta muerte se consideraba “pacificado” el pueblo de Robleda, aunque todavía el 6 de octubre sería asesinado José Prieto Martín el Camionetu. Hoy se conocen nuevos datos sobre esta víctima, cuyos restos fueron exhumados en la primavera de 2009 en un olivar a escasa distancia del pueblo cacereño de Villasbuenas de Gata, junto a los restos de otra persona, que podría ser Eduardo Gutiérrez Roncero. Según los testimonios locales, habría que adelantar la fecha de la muerte hasta finales de septiembre de 1936.
 
No se tienen datos sobre el asesinato de José Mateos Carballo, ni sobre la fecha exacta ni el lugar, que podría haber sido en los Carvajalis, o con Juan Collado, y en este supuesto lo habrían llevado para Ciudad Rodrigo antes del 24 de agosto, o quizás a Villasbuenas de Gata en septiembrede 1936, según rumores. Se cita entre los “desparecidos” del informe de Eugenio Pedraza. El testimonio oral de María Antonia Ovejero García y de Atanasio Mateos Ovejero, indica también que fue llevado a Ciudad Rodrigo: Los sacarun los Cencerrerus” de Ciudá Rodrigu  Yo ésus no los conozcu, no sé si serán de ésus que están trabajandu allí en la Ferretería ...Na más que he oídu decil siempri que los “Cencerrerus” ... El Andrés ... Ési fue unu de ellus. Y otro de aquel  Calderero” grandón que venía estos años tocando la sartén. Pos sí, un hombri que venía arreglandu calderus ...Ellu es que (...) a los primerus vinun un grupu de ellus a buscalus de Ciudá Rodrigu, peru dispués a los otrus ya éstus ... Ya se empicaron los de aquí. (...) Con Juan “Chinas”, ¿quién fue el otro que salió con él? Jusé “Rosu” (...). Ési (lo sacaron) de casa. Lo cogierun en el pajal (...) a Jusé. (...). Ellu, los sacarun, los sieti primeru, el segundu grupu ...fuerun nuevi.
 
Este testimonio sería por tanto acorde con el de mi abuela, Josefa Mateos Carballo, hija de la víctima, quien informó que le fueron a buscar a casa y estaba en el pajar, ella cuenta que fueron los “Lagañas”. Josefa relata que fue a visitar a su padre en la que fuera cárcel provisional de Ciudad Rodrigo durante este periodo sangriento de múltiples detenciones ilegales y ejecuciones extrajudiciales, sito en el antiguo Cuartel de Artillería, -que posteriormente sería sede del Instituto de enseñanza- y no se lo dejaron ver y el guarda le apuntaba la sien con una pistola y ella le dijo no tengo miedo, máteme si quiere que yo no he hecho nada, igual que mi padre que lo tienen aquí y lo van a matar y tampoco ha hecho nada. Tras esa visita a la cárcel, Josefa no supo más de su padre, quien no fue juzgado (se desconoce si pasó por el juzgado militar de Ciudad Rodrigo). Seguramente caería muerto en una de las sacas de la cárcel donde se les declaraba en libertad para posteriormente cazarles con escopeta a través del campo y fuera enterrado en alguna de las múltiples fosas comunes aún sin destapar, con la connivencia de los guardas o los propietarios que aún a día de hoy siguen ocultando lo sucedido. Mi abuela se negó a firmar el acta de defunción al asegurar que a su padre no le había vuelto a ver ni vivo ni muerto y aún a día de hoy sigue, como tantos otros, desaparecido.
 
El desamparo de las víctimas que sobrevivieron a las muertes de sus hijos, esposos, padres o hermanos causó tantos estragos que es imposible contarlos, sobre todo hoy a tantos años de distancia. La incertidumbre sobre el paradero de sus familiares, el hecho de no tener tan siquiera una tumba donde ir a llorarles, el miedo y la impotencia de verse obligados a vivir al lado de sus verdugos, la impasibilidad de los poderes públicos que continúan sin reconocer este sufrimiento tras décadas y décadas de injusticia, supuso para la mayor parte de los padres, madres, esposos, esposas, hijos, hijas, hermanos y hermanas de víctimas un trauma tan importante que les obligó a pasar el resto de su vida enfermos del alma y del cuerpo.
 

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

IGLESIAS OVEJERO, Ángel, “Archivos vivientes: las víctimas del terror militar de 1936 a 1939 en El Rebollar y pueblos aledaños salmantinos”, Cahiers du P.R.O.H.E.M.I.O., nº 9, Presses Universitaires d’Orléans, 2008, pp. 101-201.

 

IGLESIAS OVEJERO, Ángel, “Memorias del terror: Transcripción literal de testimonios de Robleda (R 1973, R 1976) y El Payo (EP 1973)”, Cahiers du P.R.O.H.E.M.I.O., nº 10, Presses Universitaires d’Orléans, 2008, pp. 473-549.

 

IGLESIAS OVEJERO, Ángel, “Ensayo de cronología del alzamiento militar, terror y represión de 1936 a 1946 en el Alto Águeda y otras localidades de la tierra de Ciudad Rodrigo”, Cahiers du P.R.O.H.E.M.I.O., nº 11, DVD,  Presses Universitaires d’Orléans, 2010, pp. 177-320.